Los proyectos adquieren vida propia, se escapan de las
manos, vienen y devienen más allá de que una imagina. Esto es lo que le ha
pasado a El Excaparate a lo largo de este tiempo.
Desde que comenzó he montado tres micro-exposiciones.
Paseando por la calle me he cruzado con espectadores que se paraban delante
para husmear lo que había expuesto. Gente que sonríe, que mira rápido y se va,
que se queda un buen rato… Pero
también ha habido quien ha llamado a la puerta de la papelería y ha dejado
recados: se puede exponer aquí? Quién monta esto? Quiero comprar un dibujo…
Un artista joven dejó su tarjeta, un estudiante de diseño me
llamó enamorado de un retrato, un señor mayor preguntó si éramos
contraculturales por el carácter supuestamente erótico de uno de los dibujos… y
además de los espontáneos que en las inauguraciones han participado del pica
pica, l@s vecin@s del barrio también han querido utilizar este microespacio.
El primero fue un amigo de Josep Maria, que colocó un puñado
de cuadros abstractos pintados al óleo, rellenando todo el espacio del
aparador. Otra, una señora que hace botelleros de marquetería pintados con
flores y aprovechó el escaparate para improvisar una pequeña tienda, colocando
sus piezas en la esquina derecha, junto a la tercera exposición. Y el último
participante, un señor que pinta paisajes, ofrece clases de dibujo, y
directamente ha puesto un gran cuadro pegado al cristal, delante de los dibujos
que había colgados.
Es bonito ver como se sustituye, se colapsa, se superpone y se
rebosa el espacio.
Ante mi falta de tiempo para conseguir convertirlo en una
pequeña galería donde más amigas pudieran exponer pequeñas obras, la gente ha
ido haciéndolo suyo, mi propuesta ha funcionado como una sugerencia para que otr@s lo tomen y lo reactiven. Veremos que continúa deparando…